El miedo a sentir. Las resistencias emocionales.

¿Tienes miedo a sentir emociones que te producen malestar o hay emociones que te producen un gran rechazo? ¿Sientes que te desbordas habitualmente en múltiples situaciones cotidianas? O por el contrario ¿te sientes cohibido, como preso, de las distintas situaciones del día a día? Si es así, quizá te sea útil leer este artículo y comenzar a reconciliarte con lo que sientes, es decir con tu propia persona.

Las creencias erróneas acerca de nuestras propias emociones nos juegan en muchas ocasiones malas pasadas a la hora de enfrentar los problemas que se nos presentan. En nuestra sociedad está instaurada desde mucho tiempo la idea del “ser racional” como un ser que separa todas las emociones para poder decidir, con lo que se han instaurado mecanismos de defensa para inhibir aquello que sentimos y “no pasarlo mal”. Desde muy pequeños nos proporcionan mensajes para controlar las emociones inhibiendo su expresión como si sentir fuera malo. Por ejemplo cuando nos caemos al suelo enseguida viene alguien corriendo para decirnos “no llores, ya pasó”, a veces incluso “no es nada”, “no exageres”…. En vez de frases como “es normal que llores, te has hecho daño” o dejar que llore mientras se está  presente con contacto o no dependiendo de la persona y ayudarle a controlar su respiración para irse calmando. Los primeros mensajes nos dicen llorar es malo, lo que es lo mismo que sentir es malo.

Poco a poco, al final se genera una intolerancia a las emociones que generan malestar, por tanto, se va apoderando en nosotros un miedo a sentir aquello que no nos gusta. Hacemos caso omiso a lo que nos quiere decir lo que sentimos con lo cual comenzamos a ponernos barreras entre lo que pensamos y lo que sentimos generando una lucha en nuestro interior y, en consecuencia, una insatisfacción general con nosotros mismos.  Y, yendo más allá, a veces se genera la propia exigencia de no sentir, como si eso fuera algo posible.

Frases como “no te preocupes”, “todo va a salir bien”, “tienes que animarte”, no  hacen otra cosa que empeorar la situación ya que proporcionan unos segundos de calma con la idea de poder sentir otra cosa a la que sentimos en ese momento. Muchas veces ni siquiera genera eso si no rechazo hacia la ayuda que nos ofrece la persona que nos habla de esa manera, puesto que no nos sentimos escuchados. Pues lo mismo pasa con nosotros mismos cuando nos hablamos desde la minimización de nuestras propias emociones, invalidándolas  y no dándolas la importancia que se merecen. Además solemos ser más dañinos cuando nos damos mensajes para intentar calmar la emoción, no nos conformarnos con minimizar la emoción sino que además nos machacamos por sentirlas, “esto es una tontería”, “parezco idiota por sentir así”…

Cuando sentimos emociones tales como miedo, enfado, tristeza… tendemos a querer eliminarlas de un plumazo  por lo que significa esas emociones desde nuestras propias creencias, y por el propio malestar que nos supone tenerlas. En mi experiencia en clínica he observado que en muchas personas gran parte de la complicación de su problemática viene dada por el rechazo a lo que sienten lo que les lleva a un gran sufrimiento. Resulta  necesario enseñarlas a respetar y tolerar sus propias emociones ya que las emociones, si no se luchan, se observan y se aceptan tales como vienen tienden a bajar su intensidad permitiendo tomar las decisiones más acordes a lo que necesitamos, haciéndonos más responsables de nuestra propia vida. Paradójicamente a lo que dice la sociedad, obtenemos mucho mayor control sobre nuestra persona.

Ejemplos de resistencias emocionales son; cuando tiendo a estar enfadado continuamente y rara vez siento tristeza o viceversa. Seguramente cuando sientes la mayor parte del tiempo enfado entre tus creencias está sentirte más vulnerable o débil y  si sientes está emoción tenderás a enfadarte contigo mismo. En el segundo ejemplo, cuando tiendas a sentirte triste y rara vez experimentes enfado seguramente tenderás a sentir una especie de pérdida de bondad que te entristecerá.

Quizá entre tus creencias existe la idea de que sentir enfado es de “persona mala” pues se suele asociar el enfado a violencia, y no tiene por qué ser así, el enfado puede expresarse de muchas maneras. Además si tiendes a expresarlo con violencia  primero tendrás que aprender a regularlo aprendiendo a bajar la intensidad del mismo. Es más, probablemente llegaras a actuar explotando si te has dedicado a inhibirlo y no expresarlo durante mucho tiempo. Ya que el enfado funciona como una olla express si se le tapa la válvula de escape,  y cualquier situación actuará de gota que desborde el vaso.

Cuando sientas malestar, recuerda que las emociones siempre tienen una función y nos están indicando algo. El enfado nos indica que hay algo que nos  parece justo o nos gusta, la tristeza que hemos experimentado algún tipo de pérdida de algo valorado como por ejemplo si cometemos un error en el trabajo una pérdida de eficacia…,  el miedo nos indica una posible amenaza, el asco la posibilidad de que algo o el comportamiento de alguien sea nocivo para nuestra salud, la alegría una ganancia… Esto significa que ninguna emoción es negativa en sí misma, son más amigas que enemigas puesto que el enfado nos puede movilizar ante una injusticia, el miedo nos puede salvar la vida, la tristeza nos puede ayudar a superar una pérdida ya que nos aliviará, los demás tenderán a apoyarnos y nos dejará coger energías de nuevo para enfrentarnos a la situación con las nuevas circunstancias, de ahí viene la sensación de pesadez corporal.

¿Qué puedes hacer cuando sientas algunas de estas emociones y notes que te invade?

Tomar cierta distancia de la situación que la está provocando, en el caso de enfado salir de la habitación donde se discute avisando a la personas que necesitas unos momentos para calmarte.

Escuchar tus emociones, fijarte en que parte del cuerpo la sientes…

Aceptar que sientes eso sin juzgarte por ello, sentir es normal.

Respirar más lento y/o distraerte un momento hasta que baje la emoción sin invalidarla. Distraerse un poco especialmente en el caso del enfado, porque suelen venir pensamientos que me enfadan mucho más y a lo mejor están desproporcionados a la situación. El fin con  la distracción no es eliminar la emoción, es esperar que baje un poco para poder tomar conciencia de lo que ha pasado.

Escuchar también tus pensamientos y lo que te estás diciendo, quizá lo que te digas te esté cabreando, entristeciendo o agrandando tu miedo más…

Cuando la emoción esté más regulada ahora si es el momento de analizar si había una amenaza real, si lo que te ha enfadado era una interpretación tuya o era importante para ti.

Ahora si puedes tomar decisiones al respecto, respetando lo que se ha sentido o se siente, y pudiendo hablar de una forma más calmada y asertiva con las personas implicadas si así lo decides.

Esto en muchas ocasiones no resulta tarea fácil porque el aprendizaje hasta el momento era otro. Tomate tu tiempo para ir aprendiendo otras formas de relacionarte con tus propias emociones y si aun intentándolo observas que te desbordas bastante a menudo quizá puede ser oportuno buscar ayuda profesional al respecto.