Las Relaciones Con Los Demás Me Suponen Un Exceso De Energía

Si las relaciones que tiene con su pareja, su madre o padre, con amistades, o en su mundo laboral… le suponen un gasto excesivo, quizá esté envuelto en una relación de poder y/o dependencia. Se lo explicamos en el siguiente artículo.

En nuestra manera de relacionarnos tendemos a repetir algunos patrones de dependencia del afecto aprendidos en la infancia. La propia situación de “de ser pequeño” conlleva limitaciones y, con ello, depender de los adultos en la toma de decisiones. En esta etapa de la vida estamos necesitados en mayor medida de cuidados y afectos. Debido a esto, iniciamos la relación con los demás con cierta “dependencia” que nos hace ser más vulnerables al mundo que nos rodea, otorgando a los cuidadores un cierto “poder”. Esto es algo natural en la supervivencia pero que, poco a poco, según crecemos necesitamos que vaya siendo cambiado a una relación más igualitaria. Una relación sin grandes dependencias. Si no ocurre, en la medida que no hayamos desarrollado autonomía y autoestima nuestras relaciones con los demás pueden verse inmensa en lo que se llama triángulos dramáticos. Así denominó Shephen Karpman a este modelo de relacionarse, que nos llevaría a tener mucho sufrimiento en las relaciones con los demás, siendo poco fructífera la ayuda que nos podamos proporcionar en las mismas. Así podremos estar inmersos en relaciones que desgastan teniendo sensaciones de impotencia y de poco entendimiento; relaciones que restan más que sumar.

Según el papel que asumamos en cada momento así se producirán determinadas consecuencias

A veces son los demás, o la propia situación que nos posicionan dentro de este triángulo y como no nos damos cuenta nos dejamos llevar por la dinámica. Llegamos a tener relaciones tremendamente complicadas que nos producen mucho sufrimiento. Encontrándonos, sin apenas darnos cuenta, en un círculo vicioso dentro de un triángulo de diferentes roles o papeles que vamos tomando.

¿Por qué se denomina triángulo?

Se denomina triángulo porque hay tres papeles, los distintos vértices por los que pasamos en esa interacción con el otro. Que, a su vez, el otro también va posicionándose en ellos. Si alguna vez nos hemos sentido en uno de estos vértices tenemos todas las papeletas para haber pasado por los otros sin haber sido conscientes.

¿Cuáles son los roles del triángulo dramático?

El rol de víctima lo ocupamos cuando nos sentimos heridos por el comportamiento de alguien con la sensación o frustración de no poder cambiar ese sentimiento y esa situación, es decir nos sentimos “víctimas” de esa persona.

El rol de salvador lo tomamos cuando nos hacemos cargo de alguien sin darle margen a decidir, cuando socorremos, dando “todo resuelto” o haciendo cosas que no queremos para nosotros mismos con tal de no molestar a la otra persona o hacerla sentir mal, aislando así lo que sentimos.

El rol de perseguidor es cuando coaccionamos a la otra persona para que haga lo que consideramos mejor, es decir, tras haberle dicho lo que tiene que hacer y viendo que no lo hace insistimos y controlamos hasta que conseguimos que lleve a cabo las conductas que se han indicado.

Para que esto quede más claro, vamos a poner un ejemplo metafórico. Imagínense que ven que un ser querido que se está ahogando y para “salvarle” le echamos un flotador al agua, pero resulta que esto de ahogarse le pasa más veces. Repitiendo   una y otra vez el hecho de tirarle el flotador, sería cruel dejar que se hunda de esa manera. Sin embargo, estamos haciendo dependiente a esa persona de nosotros, ¿para que aprender a nadar si ya tengo quien me salve cuando me ahogo? Nos convertimos así en su SALVADOR. Si somos salvadores la persona salvada asume que ella misma no puede hacer nada para ayudarse y que la norma es que su salvador le tire el flotador. De repente, llega el día en que esa persona se comienza a ahogar pero nosotros no estamos atentos y tardamos en echar el flotador, esa persona nos echara en cara que no estuviéramos pendientes debido a su sensación de impotencia y de dependencia. Luego nos convertiremos en su VÍCTIMA, con la sensación de malestar de que no ha tenido en cuenta las otras veces que si le hemos salvado. Entonces, cada día que le observemos metiéndose al agua comenzaremos a estar mucho más pendientes intentando que esa persona no tenga de nuevo dificultades en el agua, le diremos “pon un brazo aquí”, “otro allá”, ten cuidado que voy a tener que echarte el flotador, “cualquier día te ahogas” “pareces tonto”… es aquí cuando somos su PERSEGUIDOR, pues las decisiones las tomaremos nosotros y a él no le dejaremos decidir. Coaccionaremos para que acabe haciendo lo que creemos que es lo mejor para él o incluso a veces para nuestra propia tranquilidad con mayor o menor intención de manipular.

Y así iremos relacionándonos en un bucle donde continuamente ambos iremos pasando por todos los vértices. Fluctuar en este tipo de relaciones genera ira y resentimiento hacia el otro, llegando un momento que imposibilita la comunicación eficaz.

Esta manera de relacionarse se puede dar en todos los ámbitos de nuestra vida, en el trabajo, con la pareja, con nuestros padres, con nuestros hijos, cuando somos el cuidador principal de un enfermo crónico, en relaciones de ayuda profesional como en la psicología, en la medicina, en la abogacía, servicios sociales etc… en algunos tipos de relación se propicia llegar más a este tipo de situaciones, y en algunos casos más límites que se generan se ven más claros que en otros, por ejemplo este es el caso de una relación basada en la desigualdad y el maltrato.

Con la intención de clarificar y de entender lo que hablamos, vamos a introducir un ejemplo más real. Hay muchas parejas que caen en relaciones tóxicas donde hay faltas de respeto mutuo con el paso del tiempo. Ana y Víctor son una pareja que acuden a consulta. Ana considera que Víctor no expresa sus emociones y esto les dificulta comunicarse, además refiere que le observa estar pasando por una etapa depresiva debido a la falta de trabajo puesto se encuentra en el paro. Víctor considera que Ana está demasiado pendiente de él y eso le agobia y por ello alguna vez se irrita llegando a perder los nervios, afirma que incluso llegando a gritar en alguna ocasión, por otro lado no se imagina una vida sin ella y no se ve capaz de salir de su situación de desempleo sin su ayuda (aquí destaca cierta dependencia). Aparentemente es una situación común donde se observa claramente una falta de comunicación, sin embargo si nos adentramos más en esta relación empezamos a ver que se están relacionando en este triángulo.

Ana está preocupada por Víctor y por su relación de pareja con lo que está más pendiente de Víctor adelantándose a sus necesidades sin que este lo pida, intenta que él esté contento en todo momento y dedica gran parte de su tiempo a buscarle ofertas de empleos que a ella le parecen adecuados para él (aquí es la salvadora). Víctor es la víctima de su situación de desempleo y también de Ana cuando está, para animarle, dice insistentemente lo que tiene que hacer, intentando que haga en todo momento algo de lo que ella le aconseja. Víctor, por otro lado, ha dejado de contar a Ana lo que siente respecto a su situación para dejar de preocuparla puesto que la reacción de Ana también le añade más preocupación, convirtiéndose en esos momentos en salvador puesto que ahí se está cargando de los sentimientos que pueda experimentar su pareja. Ana se siente víctima cuando Víctor le grita en un momento de frustración ante la insistencia de Ana pues además observa que él no valora todo lo que ella está haciendo por él. Entonces es ahí Víctor cuando se convierte en perseguidor arremetiendo contra Ana su frustración y acusándola de su malestar.

Las relaciones basadas en el triángulo dramático en mayor o menor medida genera mucha más dependencia emocional, siendo muy difícil romper esa forma de relacionarse. Hay un premio muy potente en esto, sentir la atención continúa de alguien y/o el poder de sentirse superior o con más facultades, el poder del “héroe o heroína”. Pero, a su vez, tanta dependencia genera mucho malestar y sufrimiento, no haciéndonos cargos de nuestros propios problemas o llevando cargas mayores, sintiéndonos cada vez menos libres. Además el tipo de persecución y la diferencia de percepción de vulnerabilidad en una de las dos personas determinarán la desigualdad en la relación y una mayor diferencia de poderes. No es lo mismo una persecución donde haya insistencia y cierta coacción, a dónde haya violencia y manipulación.

A veces el otro lado del triángulo puede estar posicionado por algo que no sea una persona, por ejemplo podemos tener este tipo de relación con las cosas que nos rodean, un ejemplo puede ser una adicción como el alcohol. En el momento que lo situamos como un salvador o vía de escape de nuestros problemas también podremos caer en dicho triángulo.

¿Existe alguna manera de salir de esta dinámica dependiente?

Claramente sí, cuando nos vemos inmersos en este triángulo hay un modo de ayudarnos a nosotros mismos y es comenzar a cambiar ese triángulo dramático por un TRIÁNGULO GANADOR. Llamado así porque ambos ganan. En este triángulo los vértices son cambiados por otros.

  • El salvador pasa a ser el AYUDADOR EMPÁTICO. Si decidimos ayudar no vamos a tirarles el flotador continuamente, les vamos a aconsejar pero dejando escoger su solución a la otra persona. Una forma puede ser decirle “entiendo que te de miedo y que te cueste, quizá te pueda ayudar aprender a nadar para que esto no te vuelva a pasar. Si quieres te puedo intentar enseñar a nadar”. O también, le podemos aconsejar de alguien o algún sitio que le enseñe a nadar, proporcionando el contacto pero que sea esa persona quien tome la iniciativa de llamar cuando lo considere, es decir respetar las decisiones y los tiempos de la persona a la que ayudamos. Es ella quien se tiene que hacer cargo de su vida y no nosotros. Intentando siempre favorecer su propia autonomía en la medida de lo posible por su bien y el nuestro. Hay que recordar que cuando salvamos repetidamente no ayudamos.
  • La víctima se convierte en VULNERABLE PERO CON RESPONSABILIDAD, se cree en sus posibilidades, es verdad que podemos tener una vulnerabilidad. Absolutamente todos en algún momento en nuestras vidas hemos sentido esta vulnerabilidad, pero eso no es negativo, nos hace humanos y gracias a esos momentos aprendemos a madurar y a superarnos. Esa es nuestra responsabilidad y no la de nadie más. Podemos necesitar ayuda pero nos tenemos que hacer cargo de buscarla y de tomar las decisiones que vayamos necesitando, asumiendo la posibilidad de equivocarnos y aprender de ello.
  • Finalmente, el perseguidor deja de serlo para ser ASERTIVO, esto es que defenderá sus derechos pero también respetará los de los demás. En este caso fundamentalmente el derecho a decidir de la persona a la que buscamos ayudar y nuestro derecho a tener límites en esa ayuda. Sabiendo hasta dónde podemos llegar. Significa aprender a decir NO sin tanto sentimiento de culpa. En el caso del flotador sería, por ejemplo, “te recomiendo que vayas aquí para nadar, si quieres te puedo acompañar a la primera cita si es algo que te supone mucho esfuerzo, pero no puedo estar pendiente de ti cada vez que te metas al agua”. Ayudar a alguien no debe ser una carga tan grande para nuestra vida que dejemos de vivir, necesitamos nuestro tiempo incluso aunque la otra persona esté imposibilitada físicamente. Recordar siempre que para ayudar a alguien primero he de estar yo bien, el autocuidado emocional es muy importante.

Si conseguimos ver esto, podremos cambiar muchas formas de relacionarnos haciendo que supongan un menor coste para nosotros. Puede que lo veamos y nos cueste llevarlo a cabo. Si se ha aprendido e interiorizado tanto puede ser difícil romper con esta forma de relacionarse, no dudes en consultar con profesionales. El primer paso para ayudarnos a veces comienza por decidir buscar ayuda.